Una cueva en Israel revela huellas de una convivencia muy diferente a la imaginada hasta ahora entre Neandertal y Homo sapiens. Los descubrimientos sugieren intercambios culturales y técnicos avanzados, mucho antes de la desaparición de los neandertales.
Esta interacción, que data de hace aproximadamente 100.000 años, cuestiona la idea de una simple competencia entre las dos especies. Las excavaciones en la cueva de Tinshemet han sacado a la luz sepulturas, herramientas comunes y pigmentos de ocre, todos indicios de una colaboración insospechada.
Un encuentro cultural en el Levante
Situada a solo 10 km del yacimiento de Nesher Ramla, la cueva de Tinshemet ha revelado vestigios excepcionales. Las herramientas de sílex, fabricadas según la técnica Levallois, son idénticas a las utilizadas por ambos grupos humanos. Esta uniformidad tecnológica indica un intercambio de conocimientos más que una simple coexistencia.
Las sepulturas descubiertas muestran prácticas funerarias similares: los cuerpos están colocados en posición fetal, acompañados de ocre rojo. Estos rituales, antes atribuidos únicamente a Homo sapiens, podrían haber sido compartidos con Neandertal. La presencia de este pigmento, transportado a largas distancias, subraya su importancia simbólica.
El análisis de los huesos animales revela una preferencia común por los grandes herbívoros, como los uros. Una estrategia de caza coordinada refuerza la hipótesis de intercambios entre las dos especies, yendo más allá de la simple coexistencia.
Rituales e intercambios simbólicos
El uso de ocre en las sepulturas de Tinshemet es uno de los elementos más llamativos. Este mineral, cuidadosamente seleccionado y a veces calentado para intensificar su color, podría haber servido para marcas corporales o ritos funerarios. Tal sofisticación sugiere un pensamiento simbólico compartido.
Los investigadores plantean la hipótesis de que la cueva pudo servir como lugar funerario dedicado. La disposición de los cuerpos y la presencia de herramientas en las tumbas evocan creencias espirituales comunes. Estas prácticas, hasta ahora asociadas solo a Homo sapiens, podrían tener un origen más antiguo.
Las interacciones entre estos grupos humanos habrían favorecido una homogeneización cultural. Este descubrimiento posiciona al Levante como un cruce esencial en la evolución humana, donde la cooperación y la transmisión jugaron un papel clave.
Para saber más: ¿Por qué el ocre era tan importante?
Este pigmento mineral, a menudo rojo o amarillo, era transportado a decenas de kilómetros. Su uso, documentado en varios yacimientos prehistóricos, incluye la decoración corporal, las pinturas rupestres y los ritos funerarios.
En Tinshemet, su presencia en las sepulturas indica una función simbólica. Algunos fragmentos muestran marcas de raspado, sugiriendo una preparación minuciosa para usos rituales.
El ocre también podría haber servido como marcador social, distinguiendo a diferentes grupos humanos. Su uso común por Neandertal y Homo sapiens refuerza la idea de una cultura compartida.